El suicida...

Una vez, en el transporte colectivo, sentado en la parte trasera del vehículo, iba un joven, más grande de edad que yo pero joven al fin y al cabo, tenía un aspecto un tanto extraño; como quien ha perdido algo en su vida. En sus manos traía libros, varios de ellos en japonés, lo cuál me pareció extraño. Aparentemente era estudiante de filosofía de la U.N.A.M., yo en ese momento pretendía entrar ahí así que me pareció muy interesante todo lo que decía, después, al reflexionar sobre el tema, me di cuenta que era un pelagatos. Este joven, de quien no recuerdo su nombre, me contó su trágica historia de amor.
Digamos que Juan (pongámosle así) estaba parado un día en una fila para realizar trámites universitarios, ahí conoció a Jimena (digamos), le pidió un encendedor pues él traía un cigarro, ella prometió prender su cigarro a cambio de unas fumadas del mismo. Así se conocieron y empezaron una relación que, como todos quienes empiezan una, piensan que será la mejor y que durará para siempre.
Al principio, según él, todo era perfecto. Se amaban, todo marchaba bien y no tenían ningún problema. Ella lo quería y él la idolatraba. Ese debería de ser el final de la historia, de todas las historias, pero no lo es, nunca lo es. Sucede que con el tiempo lo nuevo envejece y lo divertido se torna aburrido, sucede todo el tiempo con todas las cosas. Quedarse con nada y a la vez con todo. Nonsense. Siempre tendremos el consuelo de que la experiencia ganada siempre vale la pena. All nonsense. Como se puede esperar, la relación de Juan y Jimena duró lo que tenía que durar, se amaron mucho, según Juan, se odiaron mucho y también se lastimaron. Cinco años duraron sus altibajos hasta que cansados uno del otro por fin se despegaron.
Esto me hizo pensar en muchas cosas, en las relaciones humanas, los sentimientos de apego y desapego, en las buenas acciones del día a día.
Juan, con sus cicatrices de la vida y los intentos de suicidio marcados en los brazos, me regaló sus libros y se bajó del camión.
Jamás lo volví a ver, como sucede con la mayoría de la gente que uno se encuentra en el camión.
Los libros de japonés de Juan aparentemente no valían nada para mi madre, quien los tiró a la basura cual revistas viejas.

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